En algún lugar del sur...
Irónico destino para lo que fué el Pabellón de la Energía Viva de la Expo 92 de Sevilla.
Una ruina apagada y muerta.
La arquitectura como expansión del hábitat.
Líneas, formas, luz.
La mente jugando a encontrar respuestas.
Después de tanto tiempo, tantos años, tantas experiencias.
Después de ir trotando de aquí para allá agarrando (o agarrado a) una cámara, en la más gloriosa soledad o en la querida compañía de amigos, casi hermanos, de toda la vida.
Después tantos horizontes, tantos silencios y tanta emoción, en el fondo no sé por qué hago fotos.
¿Qué busco, en realidad? ¿Por qué esa sensación de capturar, de adueñarme del objeto, del lugar? ¿Qué ansía en realidad mi mente cuando veo ciertas formas, líneas, colores?
¿Por qué, al moverme mirando por el visor, a veces, todo encaja de repente, todo fluye y la imagen comienza a contarme su historia? ¿Estaba la historia allí, esperando ser leída, o soy yo el que crea la historia en base a los elementos que encuentro?
Quizás todo se reduce a que, en el fondo, sólo fotografío para recordar. Hay un vasto almacén de recuerdos de la infancia; de lugares, de sabores, de olores que necesitan volver, y quizás lo que hago con la cámara es, simplemente, traerlos de vuelta.
En una zona remota del norte de Irak han sido hallados los restos del Jardín del Edén.
No pude acercarme tanto como hubiese querido, ni saltar la valla oxidada que lo rodea; pero vi los áridos montículos, el inhóspito pedregal que se extiende hasta el horizonte, y los restos de un árbol del que colgaban, como escrotos fosilizados, restos de manzanas milenarias.
El aire es limpio y caliente. Sorteando a los guardias, llego a la antigua reja, disparo con el móvil y vuelvo a toda prisa antes de que los irakíes noten mi ausencia.
Feliz, me subo al Land Rover y regresamos al campamento en una nube de polvo.
He conseguido fotografiar un matojo del Paraíso...
Hola de nuevo, tras una larga travesía por el desierto.
Ante todo, gracias a Ñoco Le Bolo y César Hidalgo sus comentarios, que no pude agradecer en su momento. De algún modo sigo por aquí, aunque no como yo quisiera.
Por supuesto, sigo haciendo fotos, al igual que sigo respirando; pero es una respiración más pausada, lenta, quizás algo más profunda para aprovechar cada átomo del oxígeno que necesito.
Las prioridades han cambiado. La forma de ver, quizás, también. Necesito silencio, pues el barullo ahuyenta los demonios que me susurran al oído.
Otras cosas también han cambiado; la manera de ver, de entender... Tengo las herramientas que esperaba. Sólo necesito que la mente vuelva a su lugar.
A primera vista parecía un hueso asomando entre la tierra.
Pero era roca, una lasca de caliza descubierta por la lluvia y el viento tras eones de oscuridad.