martes, 19 de febrero de 2013

Legacy

Hace tiempo alguien escribió que morimos tres veces.

La primera es la muerte física de nuestro cuerpo. La segunda, cuando somos enterrados. Y la tercera, cuando alguien pronuncia nuestro nombre por última vez.

Yo añadiría una muerte más: Cuando la última de nuestras imágenes, de cómo fuimos, de cómo vimos la vida, desaparece para siempre.

Hoy en día es difícil morir del todo. Nuestro rostro, nuestras obras, parte de lo que fuimos o quisimos llegar a ser, permanece almacenado en la memoria sintética de la Humanidad. Es algo así como un almacén de almas, un paraíso cibernético donde no hay opción al olvido.

Y sin embargo hubo una época, durante casi toda la historia de la Humanidad, en que eso no fue así. Un tiempo donde las imágenes también envejecían y morían con sus creadores.

Esta fotografía fué tomada en un viejo cementerio. El nombre de la tumba estaba prácticamente borrado, y unas cuantas flores secas acompañaban el agrietado retrato que os presento. Aunque no era posible adivinar los rasgos del difunto me llamó la atención el deterioro de la imagen, la acusada similitud con el rostro de un cadáver.

Era, en resumen, la esencia misma del olvido.

 

 

 

 

4 comentarios:

  1. toda una historia detrás de este rostro sin cara y seguro que un buen trabajo
    un abrazo

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  2. Toda una experiencia, ir de nicho en nicho encontrando imágenes...
    Un abrazo!

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  3. Siempre pensé que erás tu camuflado.

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  4. Es mi disfraz de Halloween.
    Sabía que te darías cuenta...

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